Las declaraciones de
denominación de origen se crearon para proteger a las cadenas
productivas de ciertos alimentos artesanales, con orígenes
geográficos muy específicos, en contra de posibles imitaciones.
Son muy conocidos la champaña, el queso Roquefort y el pisco chileno
y el peruano. En nuestro país recientemente se logró la
denominación de origen del queso Cotija y el ejemplo más célebre
quizás sea el del tequila.
Desde
que
la
declaración
de
Denominación
de
Origen
del
Tequila
obtuvo
reconocimiento
internacional
a
finales
de
la
década
de
los
setenta
y
principios
de
la
los
ochenta,
la
producción
de
este
destilado
de
agave
azul
ha
tenido
un
crecimiento
por
demás
impresionante.
Por
ejemplo,
según
el
servicio
de
información
agroalimentaria
y
pesquera
de
la
SAGARPA,
en
1982
apenas
había
unas
8
mil
hectáreas
cultivadas
con
Agave
tequilana,
mientras
que
en
2010
el
cultivo
rebasó
las
160
mil
hectáreas.

A lo largo de estas
tres décadas la mexicanísima industria del tequila logró
transformar el paisaje rural jalisciense como ninguna otra actividad
humana (en otra ocasión hablaremos sobre las consecuencias
ambientales de la explosión de la industria del tequila) y se
convirtió en el ejemplo a seguir por los productores de bacanora y
de mezcal, quienes gestionaron las respectivas declaraciones de
denominación de origen para sus productos.
Sin embargo, las
grandes tequileras, que ya son predominantemente compañías
trasnacionales, han tomado una serie de medidas que ponen en riesgo
la sobrevivencia de los pequeños productores de licores destilados
de distintos agaves.
En otra época
hubieramos escrito “productores de distintos mezcales”,
pero con la publicación de la denominación de origen del mezcal ese
nombre se refiere muy específicamente a ciertas bebidas producidas
en Oaxaca, Guerrero, Durango, San Luis Potosí y Zacatecas, excluye
explícitamente a los estados de Jalisco, Guanajuato, Michoacán y
Tamaulipas y no considera a los otros estados.
En realidad, el
término “mezcal” ha sido utilizado históricamente para
referirse a todas las bebidas destiladas de los azúcares fermentados
de distintas especies de agave. Esto incluye al tequila
(originalmente llamado mezcal de tequila), a la raicilla, al bacanora
y al sotol, entre otros mezcales. Más aún, en Jalisco todavía se
le dice mezcal a las plantas de agave.
Otro
ejemplo
de
la
avaricia
de
los
grandes
destiladores
es
que
recientemente
se
les
ocurrió
que
querían
registrar
la
marca
“Agave”
y
ser
ellos
los
propietarios
del
nombre.
Con
esto,
sería
ilegal
decir
que
una
bebida
es
de
agave
aunque
lo
fuera.
Suponemos
que
también
dificultaría
presentar
en
público
los
resultados
de
expediciones
botánicas,
pues
Agave
es
parte
del
nombre
científico
de
los
magueyes.

Afortunadamente,
esta
pretensión
de
registrar
la
marca
Agave,
disparatada
por
donde
se
le
quiera
ver,
fue
descartada
por
un
dictamen
de
la
muy
controvertida
Comisión
Federal
de
Competencia
(CFC).
Sin embargo, el
dictamen de la CFC también sugirió que se continuaran las gestiones
de una Norma Oficial Mexicana (NOM-186) que regularía, entre otras
cosas, la forma en que deben rotularse los destilados de agave, lo
cual de manera efectiva acabaría con los pequeños productores de
mezcales artesanales a lo largo y ancho del país.
Un
motivo
de
alarma
entre
académicos
y
ONGs
vinculadas
a
los
mezcales
tradicionales
es
que
el
pasado
5
de
julio
la
Secretaría
de
Economía
ya
publicó
el
proyecto
de
la
NOM-186
que
estará
en
consulta
pública
durante
60
días,
antes
de
su
entrada
en
vigor.

En respuesta, cerca
de 3,500 productores de destilados, dueños de bares, activistas y
académicos de 28 países firmamos una carta que ya fue enviada a la
Secretaría de Economía con tres objeciones a la NOM-186. Primero,
no se convocó a los pequeños productores para la elaboración de la
NOM a pesar de que ellos serán el objeto de esta normatividad hecha
a modo por los grandes tequileros, mezcaleros y bacanoreros. Además,
las “Denominaciones comerciales” que se plantean en la
norma no proporcionan información adecuada sobre la diversidad de
bebidas elaboradas de agave en el país, como tampoco la proporciona
el etiquetado estipulado.
Esta respuesta al
proyecto de la NOM-186 demuestra el gran interés de la comunidad
internacional por la diversidad de destilados de agave que es opuesto
a los intereses homogeneizadores de las grandes tequileras
trasnacionales. De hecho, Alberto Barranco en El Universal sugiere
que esta necedad por desmantelar a la industria mezcalera artesanal y
controlar el mercado de los mezcales se debe a la reciente apertura
de China a estos productos mexicanos. Las ganancias obtenidas por
venderle mezcales a ese creciente mercado son inimaginables.
Raphael
Sagarin
y
Terence
Taylor
advierten
en
su
libro
Natural
Security:
A
Darwinian
approach
to
a
dangerous
world
(Seguridad
natural:
un
acercamiento
darwinista
a
un
mundo
peligroso;
University
of
California
Press,
2008)
que
cuando
los
intereses
de
los
poderosos
se
contraponen
a
los
intereses
del
bien
común
se
generan
situaciones
que
no
son
sostenibles.

Nos toca a los
ciudadanos estar al pendiente y velar por las riquezas biológicas y
culturales de nuestro país.
Los
lectores
interesados
en
el
tema
pueden
consultar
el
proyecto
de
la
NOM-186
y
enviar
sus
comentarios
a
los
funcionarios
de
la
Secretaría
de
Economía
que
ahí
se
señalan
antes
del
2
de
septiembre.
También
se
puede
consultar
el
expediente
completo
en
la
Comisión Federal de Mejora Regulatoria.
Finalmente,
en
su
documental
VivaMezcal,
Pedro
Jiménez
explica
la
importancia
cultural
y
la
gran
diversidad
de
mezcales
en
México
y
el
riesgo
que
implica
la
NOM-186.

Originalmente publicado en SinEmbargo.mx 
el 18 de julio de 2012