Como si los bodrios de campañas de a puro sound bite y lo sosas que suelen ser las elecciones intermedias no fueran disuasores suficientes, hay varios agentes muy notables de la comentocracia capitalina que están llamando a no votar (con la pena, pero jurídica, matemática y esencialmente, anular es lo mismo que abstenerse; a lo mejor tiene efectos sicoterapéuticos positivos, pero eso es otra cosa).

No voy a contrastar aquí los pros (según) y contras de anular el voto. Simplemente postulo que este experimento, al que están convocando desde la arrogancia del ciudadano de primera en un país de extrema desigualdad, es irresponsable, en el mejor de los casos, y que está saboteando el arranque democrático en amplias regiones de eso que los promotores de anular llaman la “provincia” o el “interior. Acá, aunque lo nieguen, su experimento le está haciendo el caldo gordo al PRI/PVEM. Esa estructura que acá ha gobernado contínuamente durante casi un siglo, que nunca se fue y que, en muchos casos, ni siquiera tuvo que hacerse el dormido.

Los líderes intelectuales del anulismo le tienen que bajar al ruido, acotar el ámbito geográfico de su experimento y hacer varias aclaraciones éticas sobre su propuesta (como por qué ser intermitentes sobre la postura anulista vs. del voto útil, o por qué subirse al carro anulista justo después de que falló cancelarle el registro “partido” “verde”).

¿Por qué digo esto?

1. Porque neutralizar a los electores indecisos es dejar que las elecciones las ganen los partidos que tienen a las estructuras y al voto duro mejor desarrollados. La alternancia se logra a pesar del voto duro. Su experimento atenta contra esta posibilidad en más de la mitad del país.

2. Porque su experimento está diseñado para una inocua elección intermedia. El análisis de los argumentos anulistas revela que le están apostando a que este presidente también los invitará a Los Pinos a redactar cambios inconsecuentes en la normatividad electoral. Pero se les olvida que para los habitantes de 17 estados, lo que está en juego no es una simple calibración de la democracia. Acá está en juego la posibilidad, aunque remota, de la alternancia, en algunos casos por primera vez en la historia. Su experimento, convocando a su amplio following, que es nacional y a veces irreflexivo, nos condena a seis años años más de los mismos gobiernos que sexenio tras sexenio generan condiciones parecidas a los estados fallidos de libro de texto.

3. Porque al hacer un llamado generalizado a anular el voto, también desincentivan una de las primeras sofisticaciones de la democracia en este país que es el voto diferenciado. Al exclamar que nada ni nadie sirve y que no tiene caso seguirles el juego, cancelan también con la posibilidad de que existan diversidad y fragmentación en los gobiernos. Lo que están promoviendo son gobiernos de carro completo, sin contrapesos ni vigilancia. Esto en los estados es gravísimo y atenta contra la seguridad de los ciudadanos.

4. Porque al imponer la agenda cívica chilanga al resto del país muestran una actitud análoga a la de los países desarrollados que controlan a los bancos internacionales. Me refiero a la postura de “Nosotros ya nos desarrollamos y pues vimos que no está tan chido. Ustedes mejor no crezcan, no desarrollen industria ni maduren su ciudadanía.” Esta prevalencia de la agenda centralista es una de las causas principales de la falta de desarrollo en amplias regiones del país.

Así pues, anular no es la fórmula mágica para todo el país. (En ese caso, tampo lo es votar por Morena en todos lados ni en todas las boletas, como propone otro grupo muy visible de la comentocracia capitalina. Es cierto que esa parece ser una buena opción para el DF dónde el PRD dejó de ser gobierno democrático y progresista, pero como dice AMLO, que no nos metan a todos [los estados] en el mismo costal.)

Los electores debemos considerar los contextos locales de cada estado y de cada municipio, sobre todo en las 17 entidades con elecciones locales. Esa es nuestra responsabilidad como ciudadanos. Si después de documentarse y reflexionar sobre las opciones optan por aplicar el protocolo experimental del anulismo, ojalá que consideren restringirlo a la boleta de diputados federales.

Lo que está en juego en nuestros estados va más allá de este experimento electoral –que si sale bien o no, de todas formas da para el informe del Sistema Nacional de Investigadores– diseñado desde el eje Cuauhtémoc-Tlalpan-Álvaro Obregón. Acá va de por medio la posibilidad de salir de la condición de estado fallido y ponerse al corriente con el resto del país y del mundo.

Publicado originalmente en: Milenio