Cuando empecé la universidad, la segunda vez, el nuevo diario tapatío, Siglo 21, me hizo el favor de publicar esta reflexión muy apresurada sobre la excepcionalidad de los biólogos:
Treinta años después ya tengo una idea más o menos clara sobre lo que es la biología. Según.
Todavía es importante que las personas estudien el mundo natural, pero, dados los retos ambientales que impone el Antropoceno, creo que más urgente fomentar las vocaciones en las ciencias socioecológicas. A diferencia de lo que motivó a la gente de mi generación a estudiar biología (había tres familias de motivantes: el interés por la ciencia, el aprecio por la naturaleza y el haber reprobado la admisión a medicina.), la mayoría de las personas que postulaban para ingresar a ciencias ambientales, cuando la carrera estaba en el hoy IIES, manifestaban su preocupación por los problemas ambientales de sus comunidades y del planeta, así como su intención de resolverlos. En aquella época, la biología (y la geografía y la economía) eran consideradas profesiones marginales, los patitos feos de la universidad…
La urgencia, sin embargo, ya estaba ahí. Este año, se cumplen seis décadas de la publicación de «La primavera silenciosa», el libro de Rachel Carson cuyos ensayos ambientales (centrados sobre todo en la contaminación química) son considerados el desencadenante del movimiento ambientalista en el hemisferio occidental.
En futuras entradas de los ecolibrios abundaré en los porqués de la urgencia de entrarle a la biología y las ciencias socioecológicas en general (¡bien ahí, posponiendo lo que dices que es urgente!). Hoy todo mundo está concentrado en el mundial de futbol en Qatar (Marruecos acaba de eliminar a Portugal) y debatiendo sobre si Bad Bunny se merece llenar el Estadio Azteca y el curso de posgrado en la UNAM que analiza su música (yo creo que sí, I mean, si Harvard le celebró a Daddy Yanqui, que nosotros no estudiemos al Conejo Martínez). En estos días anunció que el concierto de anoche será el último durante un tiempo indeterminado y que planea usar el año 2023 para reflexión y cosas personales. Bad Bunny hará del 2023 su año del conejo.
Siguiendo el ejemplo de Benito, también usaré el veinte veintitrés para reflexiones y cosas personales (en la medida que se pueda, porque dice la universidad que esas clases no se van a dar solas).