Aunque esta vez me dije, igual que hace
seis años, que no me iba a involucrar emocionalmente en las
elecciones presidenciales y aunque me aguanté bastante bien al
principio de las campañas, terminé aventándome de clavado en este
huracán electoral que nos acaba de pasar encima.
Después de tanta intensidad queda un
vacío generalizado. Igual que en La historia
interminable de
Michael Ende (o en la película de Wolfgang Petersen), después de
que la nada devoró todo a su paso.
Si bien, no había ningún fundamento
estadístico para esperar que los cómputos distritales arrojaran
resultados distintos al PREP, que a su vez fue esencialmente idéntico
al conteo rápido, al final, nos queda esta sensación de
insatisfacción que no compartirán aquellos que pronto recibirán
sus constancias de mayoría.
Esta sensación es natural, aunque en
la literatura científica no abundan los estudios sobre depresión
post-electoral, la cual es sexenalmente familiar para la mayoría de
los mexicanos.
Una discusión sobre el tema la aporta
el doctor Andrew Harper, profesor asociado de siquiatria en la
Universidad de Texas en Houston, quien en 2008 explicó a la cadena
ABC que el sentido (positivo o negativo) y la intensidad de la
reacción de un elector depende tanto de factores personales como de
si gana o pierde el candidato preferido.
Más aún, indicó, para personas muy
idealistas la victoria del candidato preferido no necesariamente
genera sentimientos de satisfacción. Comparó la victoria del
candidato ganador con recibir todos los regalos deseados en navidad,
con los que, después de un rato, te das cuenta de que no son tan
emocionantes y satisfactorios como pensabas.
El proceso para sobrellevar a la
depresión post-electoral incluye entender qué fue lo que pasó,
cuáles fueron los factores que llevaron a la derrota del candidato
predilecto o más bien, a la victoria al candidato ganador.
Por ejemplo, la reelección de George
W. Bush en 2004 fue desconcertante y deprimente para mucha gente. En
medio de una guerra sin sentido y una economía en picada, el
presidente Bush tenía un índice de aprobación en franca caída
libre que ni siquiera llegaba al 50%.
Según el análisis del doctor Alan
Abramowitz de la Universidad de Atlanta, la victoria de Bush, a pesar
de la pequeña ventaja que obtuvo, no debió sorprender a nadie,
debido a que en la historia de EE.UU. muy pocos presidentes no han logrado la reelección; quizás el más célebre fue James Carter.

Otro factor que influyó bastante en la
segunda victoria de Bush, según el propio análisis de Abramowitz,
fue que los republicanos hicieron mejor papel en movilizar a sus
bases—voto duro y promotores del voto—que los demócratas. Con
esto coincide el Dr. Peter Dreier del Occidental College en
California, quien además resalta que se apoyaron en las legiones de
los llamados cristianos renacidos y de clubes de propietarios de
armas. Al mismo tiempo, dominaron la agenda con temas como enmiendas
constitucionales para prohibir el matrimonio entre personas del mismo
sexo y dar marcha para atrás en los derechos de interrupción del
embarazo. En cambio, los demócratas, quienes apenas echaron mano de
algunos sindicatos para promover el voto, no fueron capaces de poner
en la palestra temas como el fracaso militar en el Golfo Pérsico y
la economía.
En nuestro país ganó el PRI porque
fue mejor que los otros partidos en movilizar a sus bases el día de
las elecciones, aunque fuera con chapuza. Ésto, combinado con dos
terribles administraciones panistas y la incapacidad de la izquierda
fragmentada de presentar una propuesta atractiva para quienes no eran
ya simpatizantes y de poner en la agenda electoral temas que fueran a
la vez importantes y taquilleros.
Pero, ¿por qué nos deprime el
resultado de las elecciones? Un grupo de investigadores encabezado
por Adriel Boals, del departamento de sicología de la Universidad
del Norte de Texas, proponen que los eventos negativos son más
difíciles de entender y de integrar en la memoria que los eventos
positivos. Por lo tanto, son más desconcertantes.
Estos autores publicaron en la revista
británica
Memory una
serie de cuatro estudios sobre la capacidad de las personas para
separar las emociones de los eventos negativos en la representación
cognitiva del evento negativo. Es decir, evaluaron la forma en la
que las personas recuerdan los eventos negativos en contraste con los
eventos positivos.
Uno de los estudios consideró,
precisamente, a la ya mencionada elección de 2004 en Estados Unidos.
Al cuestionar a estudiantes universitarios que participaron en el
estudio, poco más de la mitad habían votado por Bush y, por lo
tanto, su victoria les era positiva. En contraste, para el 47% que
había votado por Kerry el resultado fue adverso. Encontraron que,
en general, en este segundo grupo había una inversión emocional más
profunda que para el primero, pues consideraban que una segunda
victoria del candidato Bush sería mala para el país.
Encontraron que entre los participantes
del estudio también había una capacidad de separar las emociones
negativas causadas por un evento de la memoria del evento mismo. Al
comparar los resultados con los de otro estudio sobre memorias del
ataque terrorista al World Trade Center de Nueva York los
investigadores concluyeron que es justo esa capacidad de separar las
emociones del recuerdo del evento lo que permite sobrellevar las
experiencias negativas. De hecho, encontraron que la incapacidad de
hacer esta separación del sentimiento con el recuerdo del evento
negativo está fuertemente asociada con trastornos emocionales como
ansiedad y depresión.
Los resultados de las votaciones del
día primero son contundentes y aparentemente reales, como lo arrojó
el recuento parcial de los votos. Sin embargo, los métodos para
obtenerlos son, cuando menos, éticamente cuestionables. La
frustración que sentimos con el resultado electoral es natural y
conforme pase el tiempo, tendremos, por salud, que separar el
recuerdo de esta elección de los sentimientos negativos que nos
genera. De esta manera las nuevas expresiones de participación
ciudadana serán más duraderas y su vigilancia del actuar del
gobierno será más efectiva.

Publicado originalmente en SinEmbargo.mx el 11 de julio de 2012