La que ya parece ser
la vocería especializada para asuntos de seguridad nacional y otros
temas sensibles para nuestro país, es decir, el gobierno de Estados
Unidos, anunció en días pasados que México compró una cantidad sin precedente de maíz—recordemos,
entre otras, las filtraciones sobre el operativo Rápido y
Furioso
y
los
escándalos
por
corrupción
de
Walmart
y
HSBC.
Se trata de millón
y medio de toneladas de maíz, que con rendimientos típicos de 2 a 3
toneladas por hectárea bajo cultivo de temporal, que es el
predominante en nuestro país, ocuparían una superficie similar a la
del estado de Colima.
Días después del
anuncio, que fue hecho por el Departamento de Agricultura de Estados
Unidos (USDA), el Secretario de Economía de nuestro país hizo algunas aclaraciones. Explicó que aunque la
compañía que hizo la compra se mantiene en el anonimato, las
magnitudes son más o menos normales, sólo que las compras suelen
hacerse en dos o más lotes en vez de todo de un jalón.
Es muy importante
que el gobierno y las compañías se aseguren de que haya maíz en
cantidad suficiente para su consumo en el país y habría que hacer
un reconocimiento. Sin embargo, lo que es preocupante es que
tengamos que estar importando este grano, siendo la base de la
alimentación en el país.
Esta no es la
primera vez que se percolan noticias sobre altos precios del maíz
hasta los medios de comunicación masiva. Las señoras de la
casa—porque ya quedó establecido durante la campaña presidencial
que ellas son las únicas que deben conocer los precios de las
cosas—recordarán que durante el invierno de 2008 hubo un susto
porque no había maíz. El grano que se había mandado producir en
Sudáfrica estaba siendo vendido para producir bioetanol o
bioplástico a precios muy elevados. De hecho, para reducir las
variaciones en los precios internacionales del Maíz y más o menos
garantizar el abasto, el gobierno de México tiene algunos años
invirtiendo en el mercado de futuros para este ceral.
Durante la
revolución verde se generaron tecnologías y variedades que
permitieron el cultivo de maíz con rendimientos extremadamente
altos. El resultado fue que los costos de producción del cereal se
redujeron notablemente y la producción se volvió masiva. Más
tarde, con el TLCAN las fuerzas del mercado fomentaron la producción
de hortalizas de alto valor a costa de la producción de maíz. Por
un lado se volvió más barato importarlo que producirlo. Por el
otro, el cultivo de hortalizas no solo no perdía dinero sino que
podía ser bastante rentable.
Por ejemplo, según
datos del Servicio de Información Agroalimentaria de la SAGARPA, la
produccíón de maíz en 2011 fue 20% menor que diez años antes, a
pesar de que se obtuvo una mayor producción por hectárea. También,
ahí tenemos grandes extensiones con invernaderos tomateros en
Sinaloa, la campiña Jalisciense tapizada con agave azul y las zonas
aguacatera y fresera en Michoacán.
El problema del
elevado costo del maíz y de su escasez actuales es resultado, por un
lado, del éxito que tuvo la industria maicera de Estados Unidos en
abaratar los costos de producción. Tenían rendimientos muy
elevados de un cereal de valor muy bajo, por lo que se empezaron a
buscar otros posibles usos para el almidón de máiz. Con la
producción de etanol para combustible y de plasticos biodegradables
se dio valor agregado al maíz, pero también se elevó el precio del
cereal porque aumentó la demanda con propósitos industriales.
También, la
producción agrícola intensiva consume mucha energía y esto
requiere de un consumo importante de petróleo. Con los precios
crecientes del petróleo aumentan los costos y, en consecuencia, el
precio del maíz.
El escenario actual,
entonces, es de maíz escaso y caro. Habría que hacer un
reconocimiento porque el gobierno asegura el abasto del cereal al
costo que sea, pero habrá que estar muy al pendiente para que este
país establezca políticas nacionales que, precisamente, garanticen
el abasto del cereal. Pero no sólo tener las arcas llenas para
poder pagarlo, sino que sería muy deseable—tan deseable como es
que se cumpla una condición necesaria para la seguridad nacional o
la viabilidad de este país—que también fuéramos autosuficientes.
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