En los cursos de introducción a la computación de las carreras de ingeniería no enseñan a usar Power Point ni a blogguear (como ahora lo harán en el primer año del nuevo plan de estudios de sicología en la FES Zaragoza de la UNAM), sino que agarran un libro de historia y de los principios de la computación y ponen a los chavos a aprenderse los orígenes.

Después los ponen a programar, pero eso es otro cuento. Entonces les enseñan que, después del ábaco, Charles Babbage, matemático, astrónomo, filósofo e inventor Británico, es considerado padre de la computadora porque desarrolló el concepto de computadora programable: una máquina que podría hacer operaciones según la solicitud del operador. Sin embargo, como nunca la completó, sus colegas decían que su máquina era una locura. Recientemente algunos museos británicos han armado computadoras mecánicas siguiendo los planos de Babbage, ¡y funcionan! También dejó planos para una impresora, pero lo que sí pudo construir y que funcionó en su tiempo fue una máquina que calculaba tablas astronómicas y matemáticas que le valió la medalla de oro de la Royal Astronómical Society en 1824.
Y el resto es historia: IBM de hacer calculadoras y otras máquinas de oficina se puso a hacer computadoras. Cuando Bill Gates, el muchacho nuevo en la cuadra, dijo que un escritorio:una computadora se burlaron de él, pero con sus sistemas operativos no le quedó a IBM más que a entrarle a las computadoras de escritorio. Por cierto, uno siempre piensa que Gates es el diablo (aunque resulta que tiene mejor corazón que el pesado de Steve Jobs), pero él es el responsable de que la generación que aprendimos a teclear con las Commodore 16 o 64 o 128 (!!!) medio nos defendamos en esto del Twitter y Facebook: resulta que él (bueno, su compañía de cuando se dio de baja en conocida universidad del área de Boston) es el autor del sistema operativo para estas máquinas. Y de ahí salió el DOS y luego Windows 3.X y luego Windows 95 y de ahí en picada!

En esta época fue cuando inventaron la hoja de cálculo. El cuate que la inventó era uno de esos hippies de la open source, así que la dejó libre. Luego llegó “alguien” y la patentó o registró y el hippy se quedó dando de topes por no haberse vuelto millonario. Luego vino la guerra de procesadores de texto (bueno, ni tan guerra, más bien la progresión). Durante muchos años (en años-cómputo) el mero mero procesador fue Word Perfect. Era mejor que la vacilada esa de MS Works y, como Windows estaba muy incipiente y los procesadores muy lentos, la interfase gráfica del Word lo alentaba mucho. Ahora pues hasta los más hippies, que usan (usamos, pues) Open Office usamos interfases gráficas, que si te esmeras sirven hasta para editar cosas profesionales como libros.

Más adelante, Bitnet era la red pública dominante–a mi me tocó usar el chat de Bitnet en la VAX del ITESO, cuando Internet era como chafita– hasta que se inventaron los browsers y la World Wide Web. Con los Gophers, directorios, link shares y demás. Ya que agarró vuelo la Internet, Bill Gates, ahora el Sith-uberlord, predijo que eso no tendría futuro y se dedicó a vender sistemas operativos cada vez más malos durante varias generaciones de Windows, hasta que le cayó el veinte y decidió entrarle de lleno y ahora andan con su MSN (que por su parte anda en alianza con el Prodigy de Telmex).

Todavía recuerdo los tiempos de Altavista o Lycos (el motor de búsqueda de Yahoo siempre fue bastante malo. Su chiste era el directorio de enlaces en los que podías encontrar todo categorizado. Había otro que era más open source–ya se me olvidó el nombre, a ver si algún lector se acuerda–y se completaba con contribuciones de la sociedad. En esos viejos tiempos tenía que usar ambos buscadores, porque uno era mejor que el otro para distintas cosas. Después Lycos chafeó y Altavista fue muy superior, incluyendo su máquina de traducciones Babel Fish. Era muy divertido agarrar un texto y traducirlo de español a alemán a inglés y de regreso a español y ver los resultados. Era el teléfono descompuesto por excelencia. Conforme se han ido sofisticando las herramientas de traducción, incluyendo la de Google, lo divertido se ha vuelto frustrante.
Finalmente, llegamos al cumpleaños de esta semana. Google cumplió doce años de estar concentrando la información que existe en el mundo y de ponerla a disposición de sus usuarios. Con su interfase limpia en una época en la que los buscadores más populares estaban viendo qué otro contenido agregar a sus páginas para mejorar su tráfico, la página blanca y el logotipo que representaba al 10^100 (o Googol, que suena igual que Google) vino a arrasar con la competencia. Tanto, que durante un tiempo Yahoo subcontrató sus búsquedas con Google. La compañía ha compilado tanta información–entre detalles de todas las páginas de internet, hasta información personal de tu cuenta de GMail, hasta los contenidos de los libros de más de 10,000 editoriales en más de 100 países–que ya hay críticos que están nerviosos sobre lo que harán con ella.

Esperemos que el gigante de la información nunca se convierta en el ogro de los cuentos ingleses, pero mientras accedamos al montón de información que queda al alcance nuestros teclados.