Hoy escribo esperando turno en la peluquería. La alternativa de regresarme al tráfico moreliano de jueves a las 6 de la tarde no era deseable y mejor me quedé viendo cómo le terminan de envolver con papelitos metálicos la masa capilar a una señora que está a medio proceso de hacerse rayitos o algo por el estilo. La escena me recordó a esos cascos de papel aluminio que usan los nerds de Estados Unidos para que los marcianos o el gobierno de su país no puedan leerles la mente y lavarles el cerebro. En este sentido, un grupo de estudiantes del MIT ya demostró que el papel aluminio más bien aumenta la vulnerabilidad al espionaje telepático.

El color (natural) del pelo y de la piel se debe a células especializadas llamadas melanocitos. Estas células, como su nombre lo indica, producen el pigmento llamado melanina. De hecho, la melanina existe en diversos grupos de seres vivos, incluyendo a algunos microbios. En términos del color del pelo, los colores negro, café y amarillo están dados por una variante de la melanina llamada eumelanina. Por su parte, los colores rojos están dados por otra variante llamada feomelanina. De hecho, la piel de las mujeres tiende a ser más roja que la de los hombres debido a que su contenido de feomelanina es mayor.

Y hablando del pelo, algo que no alcancé a discutir la semana pasada fue la creencia de que crece más rápido si te lo cortas durante la luna llena. La literatura académica no dice mucho en ese sentido, por lo que sería interesante reclutar voluntarios de alguna escuela de belleza para hacer el experimento. De hecho, el único artículo que encontré sobre la luna y el pelo —- o más bien, sobre la luna y el color del pelo —- fue uno que exploró una superstición de que cuando a los niños pelirrojos les quitan las amígdalas en viernes 13 o durante la luna llena, presentan más complicaciones por hemorragia. Así, investigadores del Hospital Infantil de la Universidad Temple de Filadelfia, revisaron todos los expedientes de tonsilectomías practicadas durante un periodo de 29 meses. Cuando encontraban un expediente de re-ingreso al hospital por hemorragia, llamaban a los padres para preguntarles el color del pelo del niño.

De los cerca de 600 niños que fueron operados durante el estudio, sólo 28 regresaron con sangrado al hospital. Y solamente cuatro de ellos eran pelirrojos. Con esa muestra tan pequeña de niños pelirrojos, y después de un sesudo análisis estadístico, los investigadores concluyeron que da lo mismo si la cirugía ocurre en viernes 13 o en cualquier otro viernes y que durante la luna llena o durante cualquier fase lunar. En general, encontraron que los niños pelirrojos sangran igual que cualquier otro. La población de pelirrojos debe ser numerosa en Filadelfia, de otra manera me cuesta trabajo entender la motivación de estudiar esta superstición en el hospital universitario.

Ya entrados en supersticiones urbanas, el otro día que discutíamos con unos amigos sobre las clases de catecismo y las escuelas de monjas, surgió el tema de los piojos. Seguramente el lector conocerá a alguien que conoce a alguien que supo de alguna víctima de esas infestaciones de piojos que ocurren hasta en los colegios más devotos. Pues bien. Los piojos son considerados por la Secretaría de Salud como pestes de interés para la salud pública, al grado de incluirlos en la norma oficial para la vigilancia epidemiológica, porque pueden transmitir el tifus.

Sin embargo, estos insectos originalmente clasificados por Linneo también tienen su corazoncito; y su utilidad. Resulta que el estudio molecular de los piojos ha ayudado al avance de nuestros conocimientos sobre la biología evolutiva de los humanos, como lo sugiere un estudio del 2004 publicado en la revista PLOS Biology. En dicho trabajo, investigadores encabezados por el Dr. David Reed, del museo de Historia Natural de Florida, encontraron pruebas moleculares de dos linajes de piojos de la especie Pediculus humanus que se separaron hace 1.18 millones de años. Un linaje se fue con una rama de homínido ya extinta y el otro con la rama que eventualmente daría origen al Homo sapiens. ¡Pero nuestra especie apenas apareció hace 200,000 años! De manera que, la única forma posible de que ambos piojos habiten nuestro cuerpo es que Homo sapiens haya tenido contacto con los parientes lejanos, es decir un Homo arcáico. Valdría la pena consultar la opinión de los antropólogos sobre la naturaleza de dicho contacto y sobre la identidad del pariente lejano que bien podría llamarse Homo piojosus.

Hoy no alcanzamos a hablar sobre la alopecia, especialmente sobre su variante androgenética. No vaya usted a pensar que el tema me incomoda o me pone nervioso. ¡Nada de eso! El tema se nos queda en el tintero porque ya sigue mi turno de pasar al sillón. Mientras me dan punta, invitamos a los lectores a visitar y dejar sus opiniones en el blog de esta pilosa columna, que esperamos no termine piojosa ni trasquilada.