La FAO ha designado al 2014 como el Año Internacional de la Agricultura Familiar. En el contexto de nuestro país, en el que la apertura comercial y el liberalismo económico han sido mapa y brújula del desarrollo –el cual podrá ser lento, pero también es incierto–, es por demás pertinente hacer una reflexión sobre el papel de la agricultura familiar en nuestro país e implementar acciones que permitan que quienes se dedican a la agricultura puedan hacerlo voluntariamente y que gocen de una buena vida.
Los objetivos de la FAO incluyen apoyar el desarrollo de políticas públicas que fomenten la agricultura familiar sostenible en los distintos países, aumentar el conocimiento del público sobre el tema y lograr un diagnóstico sobre el estado, los alcances y las limitaciones de la agricultura familiar en el mundo. Esto lo harán mediante tres líneas de acción mundiales que consisten en promover el diálogo en los procesos de toma de decisión sobre las políticas públicas, además de identificar y compilar las mejores prácticas de políticas públicas que permitan aprovechar los conocimientos pertinentes sobre agricultura familiar e implementar una campaña de comunicación en coordinación con distintas instituciones afines.
Hablar de agricultura familiar en México es un eufemismo de la agricultura de sobrevivencia en muchos casos. Es decir, que aquellas y aquellos agricultores –la distinción de género es importante porque tradicionalmente, desde que se inventó la agricultura, han sido las mujeres quienes se dedican a la producción y a la provisión de los alimentos– que viven en pobreza tienen que echar mano de los escasos recursos accesibles para allegarse suficiente nutrición (en cantidad de calorías y en calidad de micronutrientes). Entre el TLCAN –que ha favorecido la producción de hortalizas a gran escala para exportación–, la intensa migración que hubo hacia Estados Unidos en décadas recientes y la urbanización del país, la población rural ha disminuido pero con ella lo han hecho sus ingresos. Hoy por hoy, los estados más marginados de nuestro país son aquellos en los que una proporción mayor de sus habitantes se sigue dedicando a actividades del sector primario.
La semana pasada el Presidente Peña anunció que, además de todas las demás reformas, se está preparando una reforma agropecuaria que, junto con la Cruzada Contra el Hambre, mejorará la calidad de vida en el campo, la productividad del sector agropecuario y traerá beneficios para el país en términos de seguridad y soberanía alimentarias. Nos gustaría ser optimistas, pero no se pueden soslayar los tropezones que tuvo la Cruzada durante su arranque el año pasado, incluyendo omisiones y actos de corrupción.
En este país tan desigual en el que conviven Carlos Slim, los rascacielos del Paseo de la Reforma en el D.F. o los corredores industriales en el Bajío con 20 millones de paisanos que viven en pobreza alimentaria, las acciones internacionales a favor de la agricultura familiar no podrían ser más pertinentes. Ojalá que esta forma de producción esté en el centro de la reforma anunciada y que por lo menos en ese rubro se deje de lado la que parece ser la política nacional de “cada quien rásquese con sus propias uñas a menos que pueda pagar cabilderos”.
Adenda: Por cierto, la ENES-Unidad León tiene una licenciatura de reciente creación sobre administración agropecuaria que fue diseñada, precisamente, para fomentar el desarrollo rural considerando la prevalencia y ubiquidad de la agricultura de pequeña escala en nuestro país.