El escándalo ambiental de la semana pasada fue el decreto que cambió la figura jurídica del Nevado de Toluca de Parque Nacional a Zona de Protección de Flora y Fauna. El de esta semana es la orden que dictó un juez para suspender la expedición de permisos de siembra comercial de maíz genéticamente modificado, pero como no he conseguido el texto de la demanda ni de la sentencia, decidí posponer el tema hasta la próxima semana.
En estos días, aprendimos varias cosas sobre el estado de ánimo imperante en el país. Primero, que el nivel de desconfianza sólo es superado por la magnitud y frecuencia de las muestras de corrupción y agandaye de algunas autoridades. A nadie debería sorprender la reacción instantánea de indignación que invadió durante varios días –incluso algunos medios de comunicación, de los nuevos y de los viejos, se fueron con la finta– a todas las redes sociales a partir de que alguien se dio cuenta del decreto sobre el Nevado de Toluca.
Efectivamente, el Nevado de Toluca fue declarado Parque Nacional por el General Lázaro Cárdenas en 1936 y a lo largo de 77 la montaña y su zona aledaña se mantuvo fuera del alcance de la gente… en el papel. En la vida real, a lo largo de las casi ocho décadas que duró el estatus de protección original se han extraído madera y materiales de construcción, además de que se han establecido asentamientos humanos dentro del territorio del ex-Parque.
De este modo, el Nevado fue sujeto de una degradación terrible a lo largo de los años y como la figura jurídica de Parque Nacional no permite intervenciones, la única que no podía meter mano era la autoridad ambiental. Si caían plagas como las de insectos descortezadores que dañan la salud de los árboles y pueden conducir a su muerte, la autoridad no podía ir a echar Oko ni Baygón. Si, como consecuencia de la perturbación causada por el desmonte ilegal para establecer milpas o caseríos se disparaban las poblaciones de alguna maleza exótica e invasora, la autoridad no podía ir a aplicar herbicida. O si en un año llovía mucho y se producía mucho follaje en los árboles que causara la acumulación de una cantidad inusualmente alta de hojarasca, la autoridad no podía entrar a hacer quemas controladas.
En cambio la nueva figura jurídica hace dos cosas muy importantes. Primero, reconoce el estado lamentable en el que actualmente se encuentra el Nevado de Toluca, pero también reconoce que los habitantes del ex-Parque son importantes y tienen derecho a utilizar su bosque. Segundo, legaliza cierto tipo de intervenciones de mantenimiento y de actividades económicas en el Nevado, lo cual mejora la calidad de vida de los habitantes y faculta a la autoridad ambiental para manejar el bosque como se necesite para mejorar su estado.
Sin embargo, existen riesgos con la nueva figura legal del Nevado de Toluca. Como el Área de Protección de Flora y Fauna permite muy diversas actividades, siempre existe el riesgo de que aparezcan campos de golf, fraccionamientos de súper lujo o ranchos cinegéti…, digo, Unidades de Manejo Ambiental, que valiéndose de tecnicismos legales lucren con el capital natural del país. Le toca a los habitantes del Nevado y a las autoridades ambientales vigilar que eso no suceda. También tendrían que involucrarse muy activamente las organizaciones ambientalistas del Distrito Federal, porque, después de todo, como un tercio del agua que se utiliza en la Ciudad de México es el resultado del servicio ambiental de captación de agua que provee el Nevado.
A la autoridad ambiental en el caso del Nevado de Toluca le falló la estrategia de comunicación –un poco como le falló a la autoridad hacendaria que por un mal cálculo tiene al país reclamando por el IVA en las croquetas en vez de discutiendo lo novedoso que es el seguro de desempleo y un paso hacia el acceso universal a la salud–. Si en lugar de simplemente sacar el decreto hubieran estructurado una campaña de comunicación de las ventajas del cambio la tuitósfera se hubiera mantenido más tranquila la semana pasada. Digo, si con la estrategia de comunicación sobre seguridad y desarrollo social ya nos tienen a todos creyendo que aquí no pasa nada, hubiera sido muy fácil comunicar los elementos más importantes, la urgencia y las ventajas del cambio del régimen de protección del Nevado de Toluca. Pero bueno, live and learn.
En un país como México tiene mucho sentido que la condición de default sea desconfiar de las acciones del gobierno. Del “defenderé como perro”, al “en quince minutos” y al “catarrito”, el anecdotario es interminable. Sin embargo, para el caso del ambiente las fuerzas de la naturaleza no quedan dentro de la competencia de las autoridades y, en muchos casos, las acciones sí tienen un trasfondo técnico. En México, por ejemplo, donde los Parques Nacionales y demás tipos de área natural protegida suelen tener habitantes, en muchos casos desde antes de que existiera el país, el modelo de protección de sacar a la gente, cercar y tirar la llave no funciona. Aquí, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas ha tomado esto en cuenta y ha hecho un esfuerzo muy importante para tratar de poner orden en las áreas naturales protegidas a lo largo de más de una década. De hecho, el cambio de estatus del Nevado de Toluca es uno de muchos que han ocurrido en los últimos años que han permitido un mejor manejo del capital natural de este país.
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